PRINCIPITO

«Fue mirarte y descubrir que mis ojalá ya se habían cumplido todos.»

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DESTINADAS

«Estábamos destinadas a prendernos, a perdernos.»

DESQUERERME

«En un mundo egoísta como el de hoy, lo mejor que me diste fue que quererte resultó quererme y no desquererme.»

MAMÁ

Si traspasáis la frontera que separa su piel de su alma
se os enterraran los colmillos de las palabras
pobreza, tristeza, dolor.

 

Casi todo lo mejor lo perdió antes de tiempo:
su niñez,
su inocencia,
su risa,
a su madre.

 

Conoce el infierno palmo a palmo,
por ello tiene el corazón tatuado a fuego con cicatrices,
y, sin embargo, lleva todas las curas en su boca.

 

Mirarla por dentro es ser espectador de una guerra,
mirarla por fuera es descubrir la paz.

 

Lleva suspendido un cabello rizado
que recuerda a los columpios de la infancia,
y, cuando se balancea,
desprende olor a libertad y primavera.

 

Sus ojos guardan tonalidad y forma de trébol
porque es a nosotras lo único que ve
—las cuatro hojas, yo las llamo hermanas—.
No es casualidad que cuando la miro todo se cumple.

 

Unas manos trajeadas de sacrificio
pretenden encañonar la atención en el esmalte de sus uñas,
y, silenciar así su trabajo desde los siete años.
Qué disparate, no es sedosa su caricia, pero salva.

 

Son sus pies pequeñitos quienes también me recuerdan
que perpetuamente la admiraré;
asombrosas sus zancadas hacia lo imposible
para dejarnos siempre en primera fila de felicidad.

 

Es injusto que no quepa la inmensidad en un poema,
porque me sabe a muy poco
cuando digo que ella lo es todo.
Al menos, yo me siento inmensa cada vez
que pronuncio «mamá».

TIEMPO PARA ESTE DÍA

¡Menudo tiempo!

Viento,

lluvia,

frío…

 

Mejor, ¿por qué no cambiamos

el viernes por vienes?

 

Deshazme los planes,

el pelo,

la cama,

la ropa,

la vida,

que ya no aguanto más mis ganas,

que me está costando mantenerme en superficie

y ya solo sobrevivo imaginándome

entre tus piernas sumergida.

 

Te juro que si vienes

—yo, tan adicta 

a huir de las promesas—

te hago una excepción.

 

Prometo cambiarte el silbido de este viento

por gemidos;

no detendré la humedad,

pero vas a pasar de todo, menos frío.

Elige, ¿qué quieres que sea determinante en este día?

¿Clima o clímax?

JURO QUE TE VOY A OLVIDAR

«Juro que te voy a olvidar»

Seis palabras prendidas de la mano 

que minuto tras minuto son trending topics

en las redes sociales,

el hastag más reclamado,

el decorado de incontables estados de Whatsapp,

el epígrafe de centenares de libros,

el autógrafo diario de miles de humanos,

la tendencia en indirectas bajo estribillos de canciones.

 

Así pasamos nuestra vida,

buscando el modo de olvidar lo malo,

lejos de rememorar lo bueno.

Qué ironía porque 

¿qué es tratar de olvidar sino recordar?

 

El olvido es nuestro obsesivo destino

y, mientras tanto, 

cuántos depósitos de rabia y de inquina consumidos, 

cuánto tiempo de tristeza en caravana, 

cuántas estaciones de peaje cobrándonos caro hasta la llegada,

y nosotros, con nuestro cinturón abrochado,

asegurando la frase del despecho 

«juro que te voy a olvidar», 

que no es más que nuestra propia avería,

nuestro mayor daño, 

nuestro único accidente.

 

Miramos alrededor y solo vemos gente

guardando a presión en su maleta

frases como flechas de ponzoña.

 

«¡No te mereces mi perdón!»

«¡No te mereces mi tiempo!»

«¡No te mereces a alguien como yo!»

 

Y, cuando se creen que ya al fin no caben más, 

todavía asoman algunas sus puntas venenosas y afiladas,

y empujadas por la fuerza acaban también entrando.

 

«¡No te mereces todo lo que te di!»

«¡No te mereces mis lágrimas!»

«¡No te mereces mi amor!»

Pero a nada que se abra la cremallera

todas se le vienen encima

y a punzadas de nuevo, 

vuelta a empezar el bucle de toxina.

 

Esta mañana después de mucho tiempo

he abierto sin miedo mi maleta 

y solo se me ha clavado profundo un

«¡no te mereces mi olvido!»

 

Tú has sido diferente hasta para eso.

Ojalá cuando abras la tuya,

aunque jamás viajen juntas,

también siga llena del mismo amor,

y, ojalá, yo no me merezca tampoco el tuyo.

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Y cuando te hayas consolado

(siempre se encuentra consuelo)

te alegrarás de haberme conocido.

ANTOINE DE SAINT-EXUPÉRY

Le petit prince